EL RAIPAPOLVO (1º PARTE), SI CHICAS HAY CAPÍTULO 2.

   Si esto es un sueño no quiero despertar jamás, no quiero perder esta luz que me inunda, que llega hasta los últimos recodos de mi alma llevándose todo el dolor y la soledad que siento cuando no estoy con él, con Raimundo.

   Pero no, no es una mala jugada de mi  imaginación, lo tengo frente a mí, siento como sus manos acarician las mías y veo en su mirada un amor tan grande que me deja sin aliento. Te quiero, me dice, y yo únicamente puedo responder lo mismo, te quiero Raimundo, mi amor, mi vida, mi mundo entero. Y no me queda más remedio que  acercarme a su boca para robar, con un beso, el aliento que me hace falta para seguir viva.

-Baila conmigo, Francisca.

   Y yo cojo tu mano sin dejar de sonreír recordando aquel niño que llenó mi infancia de travesuras, aquel joven que me enseñó lo que era el amor y doy vueltas hasta que nuestras bocas y nuestros cuerpos se reclaman y unimos en un latido a estos dos corazones que ya no saben pulsar por separado.

-La noche solo acaba de empezar, mi amor. Tu mirada está llena de promesas mientras enciendes las velas y yo, sentada en la mesa sólo puedo desear que nunca termine.

 -Brindemos Francisca, por nosotros, por este amor único que nos hace vivir y morir. Brindemos por las alegrías pero también por las tristezas, brindemos por cada uno de los momentos, malos y buenos que hemos pasado para poder llegar justo a este instante.

 Nunca una distancia tan pequeña se me hizo tan grande, después de oír esas palabras necesito estar contigo, sentirte más cerca aún, perderme en esos ojos de chocolate que me enloquecen. Por eso me levanto y me siento en tus rodillas.

 -No Raimundo no hace falta que bebas para celebrar esta noche, cada mirada, cada beso, cada caricia es un grito que le dice al mundo lo que sentimos. Te digo mientras te quito la copa de la mano y acerco mis labios a los tuyos para calmar mi sed en tu boca.

- ¿No crees, Francisca, qué es el momento perfecto para un baño? Me dices con esa sonrisa pícara que adoro.

-¿Te vas a bañar conmigo Raimundo? Deseo tanto que digas que sí…pero no dices nada,, comienzas a besarme mientras bajas la cremallera del vestido rozando cada parte de mi cuerpo que queda al descubierto con la yema de tus dedos.

-Esto es sólo para ti, mi amor, déjame mimarte. Y su voz se vuelve murmullo mientras termina de desnudarme.

   Si esto no es el paraíso… debe ser muy parecido. Siento las manos de Raimundo acariciando mis brazos  mientras susurra palabras de amor y promesas que presiento que muy pronto se van a cumplir.

    El agua está templada sin embargo yo me siento arder, quiero ser la fresa que acabas de comer, quiero saborear tu boca hasta hartarme, las manos me duelen por la necesidad que tengo de tocarte pero tú no estás dispuesto a terminar con mi tortura.

 -Voy a bañarte Francisca. Y yo siento que voy a desfallecer. Tus manos acariciando mi cuerpo es más de lo que puedo soportar, el calor que siento en mi interior explota y yo sólo deseo que tú sientas lo mismo que yo.

   Adoro la cara que has puesto cuando me has visto salir del baño con el  camisón negro y el pelo suelto

                                            Ha sido mi sorpresa para ti.

- Mírame Raimundo, soy tuya. Me abres los brazos para que vaya a la cama y acudo presta a tu llamada.

    Mi piel clama por rozar la tuya, necesito sentir su tacto, su sabor en mi boca, quiero su olor para guardarlo en mi memoria.

   Por fin eres mío Raimundo, y yo tuya. Nuestras manos y nuestras bocas vuelven a reconocer caminos ya conocidos, nos redescubrimos con cada palabra de amor, con cada gemido, con cada cruce de nuestras miradas.

    Y cuando llega el final, cuando los dos explotamos en una galaxia de luz siento que por fin somos invencibles, que nada va a poder hacernos daño, que nada nos separará porque estamos  por encima de todo y de todos, nuestro amor está más allá del tiempo, este amor es inmortal.

(Esto que viene a continuación no se ha visto en el capítulo, pero quiero imaginar que fue más o menos así)

   La había echado tanto de menos en esos meses en los que la vida, de nuevo cruel, los había mantenido separados que no quiere perderse ni uno solo de sus gestos, ni una sola de sus respiraciones.

   No puede dejar de mirarla, de acariciar ese cuerpo cálido que lo ha recibido haciéndole sentir que de nuevo está en su casa, que está completo, que ya no volverá a sentir ese dolor en el pecho por saberse lejos de su pequeña. Tenerla entre sus brazos lo hace más fuerte, poderoso, capaz de enfrentarse al mundo si fuera necesario para defender ese amor.

   Hace tiempo que está despierta pero no quiere moverse, tiene miedo a que con la llegada del alba la magia de la noche se desvanezca y todo vuelva a ser como antes, como siempre. Los brazos de Raimundo la rodean, siente su calor y sabe, está segura, que ya no podrá vivir sin él.

-Francisca, tu presencia cambia mi mundo. Cuando estoy a tu lado y puedo tocar tu rostro soy la persona más feliz, pero cuando estamos lejos el uno del otro siento que no estoy firme en esta tierra. Quería que en este nuevo comienzo supieras que ni un solo instante he dejado de pensar en ti, no tengas miedo mi niña  que voy a estar aquí para ti. Por siempre, para siempre.

   Y entonces ella se da la vuelta y Raimundo solo puede pensar que un ángel ha bajado del cielo y no puede evitar besar esos ojos que ahora están llenos de lágrimas y esa boca que sonríe feliz.

-Raimundo… ¿esta vez sí, verdad?, ¿a pesar de todos, a pesar de todo?

   No puede evitarlo, tiene miedo a que todo sea un espejismo que se borre con la luz del día y él que no soporta ver ese temor en sus ojos solo puede abrazarla más fuerte contra su cuerpo y besarla hasta que sólo la falta de oxígeno obliga a que sus bocas se alejen.

-Nada podrá separarnos. Esta vez no te libras de mi Francisca Montenegro.

   Y parece que el día se retire para que continúe esa noche mágica, para que sigan amándose, para que todo comience de nuevo…otra vez.